martes, 12 de enero de 2010

Intervista con "PluralEducación" di Buenos Aires

Periódico PluralEducación(dicembre 2009)

Hasta hace unas semanas, dirigió el Coro Estable del Teatro Colón. Después de cinco años de residencia en la Argentina, regresó a su Italia natal para responsabilizarse del coro del Teatro San Carlo de Nápoles, considerado el más antiguo del mundo.

¿Cómo se inicia su vínculo con la música?
Mi padre era de familia bastante pobre y no había tenido la oportunidad de estudiar música. Entonces, cuando le dije que quería estudiar teclado –tendría diez años–, me compró uno. Eso fue muy positivo porque él pudo «canalizar» conmigo y, a la vez, me permitió tener recursos para poder estudiar.

¿Dónde transcurrió su infancia?
Soy de un pueblo del sur de Italia, muy lejano de los centros de estudio. Iba a la escuela y paralelamente hice mis estudios de música. Era mi segunda alternativa, aunque al final fue la que me dio trabajo. Pensaba dedicarme al estudio de la historia, pero la música me brindó trabajo desde chico. A los 14 años, ya tocaba jazz y música pop italiana. Tocando los fines de semana durante los veranos, ganaba mucho dinero, así que tenía una autonomía económica inimaginable en relación con los otros chicos. A los 20 años, terminé mis estudios de música y me ofrecieron ir a trabajar a Roma. Yo hacía música clásica que, por lo general, da una estructura de la cual es muy complicado salir, pero el haber tocado música popular me dio otra formación y me permitió la variedad.

¿Cuándo llega al Teatro Comunal de Florencia?
En 2000 me llaman del Teatro Comunal de Florencia para trabajar como asistente del maestro argentino José Basso. Mi trabajo consistía en lo mismo que el director del coro: preparar al coro, ensayar, tocar el piano. Estuve cinco años con él, y después me convocaron del Teatro Colón en 2005.


¿Cómo recuerda su ingreso al Teatro Colón?
En febrero de 2005, llegué como invitado. La gente del coro apostaba a que yo duraría dos días, porque tenía 30 años. Luego, nombran a un director general que inicia una búsqueda de director en Europa. Firmé un contrato de 7 ensayos con la condición de que si no le gustaba mi trabajo, yo me volvía a Italia. Al poco tiempo, lo echaron. Parecía una película de terror; todos los días, echaban a uno. Un día me di cuenta de que yo era el único que quedaba de los que habíamos entrado juntos. Después me confirmaron, y pasé 4 ministros de Cultura, tres jefes de Gobierno, 4 directores, en una situación de mucho estrés porque con cada uno, se empieza de cero. Estoy a favor de los cambios y en contra de las reelecciones. La gente necesita cambios, escuchar otras perspectivas, tener otras miradas, pero ¡la velocidad de cambio de los argentinos...! Mientras dirigí el coro, ¡cambiaron a los directores de ballet siete veces!

¿Qué significa para un director trabajar en el Teatro Colón?
A pesar de su posible decadencia, el Teatro Colón tiene el encanto de una «miss mundo» de hace cuarenta años. Fue muy fuerte para mí entrar a los 30 años al Teatro Colón de Buenos Aires, algo que la conservadora sociedad italiana no hubiera permitido debido a mi edad.

¿Cómo imagina su regreso a Italia?
Europa está muy decadente actualmente. Falta ambición de futuro. Mi generación está sufriendo mucho porque es la primera vez que los hijos están peor que sus padres. Mi abuelo fue campesino; mi padre –él pudo estudiar primaria y secundaria– fue obrero; yo fui a la Universidad. Ahora, eso se cortó. Mis compañeros de estudios están sin trabajo y no lo van a conseguir, o tienen contratos precarios, no estables... hay un gran malestar.

Después de estos cinco años, ¿cómo deja a la Argentina?
Cuando vine, no conocía el sistema de las crisis cíclicas de la Argentina, y escuchaba un entusiasmo que me encantaba.
Cuando volvía a Europa, contaba acerca de ese ánimo, mientras que acá me decían: «Se viene una crisis». En Europa, todo es mucho más lento: la crisis actual viene tras veinte años de estabilidad. Con crisis cada cinco o seis años, más allá de la crisis real, creo que de tanto pensarla... al fin sucede. No estaba preparado para ese código, me costaba entenderlo. Eso es lo que más me chocó.

En su afán por llevar la música clásica a ámbitos no tradicionales, ¿qué conciertos recuerda?
Hicimos un concierto en el Hospital Italiano, una ópera en la cancha de Vélez. Un capítulo especial merece el trabajo que hicimos con las escuelas estatales del Ministerio de Educación. Con «La ópera va a la escuela», trabajamos con los niños, pero también con docentes de distintas áreas: Plástica, Música, Lenguas extranjeras, Lengua y literatura. Entre todos, logramos que los chicos estudiaran la obra en su idioma original, comprendieran el contexto social que describe, dibujaran y pintaran la escenografía y que diseñaran el vestuario de los cantantes líricos. El desarrollo de esta parte creativa es fundamental. Así, el día del concierto es una verdadera fiesta. Todos se sienten parte y se acercan a un género que, en la mayoría de los casos, es ajeno a sus gustos musicales.

¿Cómo definiría un coro?
Creo que un coro expresa, de manera incomparable, las virtudes y defectos del colectivo social. Esto lo pude observar especialmente cuando dirigí el Coro de Docentes En Voz Alta: un conjunto de 130 docentes donde cada uno aporta desde su singularidad a la expresión del todo.

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